Hay momentos en el ministerio en los que el entusiasmo sigue, pero el crecimiento ya no. Las personas siguen llegando, pero no se quedan. La pasión por servir está, pero el avance se siente lento. Hay oración, hay visión, hay palabra… pero todo se siente estancado. Como si el impulso que antes tenías ahora estuviera detenido por una fuerza invisible.
Y te preguntas:
“¿Qué pasó? ¿Dónde nos detuvimos? ¿Qué estoy haciendo mal?”
Aquí comienza un camino de frustración silenciosa. Comienzas a sospechar de la falta de compromiso de tus líderes. A pensar que la gente ya no tiene hambre. Incluso a creer que es un ataque espiritual o una estación de prueba. Y sí, a veces puede ser eso… pero muchas otras veces, el verdadero problema está en algo que no sabes ver: tu estructura.
Las iglesias también tienen sistemas… aunque no los llamemos así
Aunque no lo notes, toda iglesia opera sobre sistemas. Algunos son visibles; otros, no tanto. Son como los cimientos de una casa: no se ven, pero todo depende de ellos.
- ¿Cómo se toman decisiones en tu iglesia? Ese es un sistema.
- ¿Cómo se incorporan nuevos miembros a la iglesia? Sistema.
- ¿Cómo se identifican y entrena a los nuevos líderes? Sistema.
- ¿Cómo se cuida a los enfermos, se coordina los voluntarios para servir, se manejan los recursos? Sistema, sistema, sistema.
El problema es que muchas iglesias crecen en asistencia, pero no en estructura.
Y lo que no crece con salud, colapsa por presión.
Los techos invisibles del ministerio que nadie nos enseñó a ver
A esto se le llama techo de crecimiento. Y a diferencia de otros desafíos, este no se siente como una crisis, sino como una frustración constante. No hay una alarma. No hay una catástrofe. Solo hay síntomas sutiles:
- Más personas, pero menos efectividad.
- Mayor actividad y eventos, pero menos resultados.
- Buena doctrina y enseñanza, pero mala organización.
- Amor por Dios, pero estancamiento y desgaste interno.
Y en ese escenario, buscamos explicaciones espirituales:
“El diablo está atacando…”
“Es una temporada de prueba…”
“La gente se ha enfriado…”
“Dios nos está procesando…”
Y aunque todo eso puede tener algo de verdad, muy pocas veces tenemos la humildad de mirar adentro y decir: “Quizás lo que no está funcionando… es la manera en que estamos organizados.”
¿Qué es un techo de crecimiento?
Un techo de crecimiento no es una maldición. No es falta de oración. No es falta de pasión. Es un punto donde la organización y estructura actual ya no es capaz de sostener lo que Dios está trayendo.
Una estructura que antes funcionaba para 50 personas, puede volverse un obstáculo cuando tienes 150. Lo que te llevó hasta aquí, no necesariamente te llevará al próximo nivel.
Este es el error de muchos pastores sinceros: suponer que mientras haya presencia de Dios, todo funcionará por sí solo. Pero eso no es lo que enseña la Biblia.
La Biblia no está peleada con la estructura
Dios no solo unge, también organiza. No solo llama, también delega. Y esto lo vemos en muchos pasajes de La Biblia donde Dios nos habla sobre sistemas.
- Moisés recibió sabiduría divina, pero también un sistema de liderazgo por niveles (Éxodo 18).
- Los apóstoles oraban, pero también establecían estructuras funcionales para distribuir alimentos y atender a la iglesia creciente (Hechos 6).
- La iglesia primitiva era poderosa en el Espíritu, pero también clara en sus procesos de toma de decisiones (Hechos 15).
Pablo lo dijo sin rodeos:
“Pero hágase todo decentemente y con orden.” (1 Corintios 14:40)
Dios honra el orden. El crecimiento sin orden trae caos. El crecimiento con orden produce multiplicación.
El verdadero problema que no supimos ver
La gran mayoría de nosotros como pastores fuimos formados en lo teológico y lo espiritual, pero no en lo organizacional. Sabemos predicar. Sabemos ministrar. Sabemos orar. Pero nadie nos enseñó a identificar cuellos de botella. Nadie nos explicó que una buena predicación no puede arreglar un mal sistema.
Entonces, cuando la iglesia deja de crecer:
- Culpamos a los líderes.
- Culpamos a la cultura.
- Culpamos a la generación.
- Culpamos al diablo.
Pero nunca evaluamos si la manera en que funcionamos como iglesia está obsoleta.
“Muchas iglesias siguen operando como cuando eran 30, pero ya son 300.”
Las señales de un techo organizacional
Tal vez te identifiques con estas frases:
- “Ya no damos abasto para atender todas las necesidades.”
- “La gente se siente no cuidada.”
- “Ya no sé quién viene o quién no.”
- “Siento que predico más, pero la iglesia no crece espiritualmente.”
- “Me la paso resolviendo problemas y situaciones en vez de prepararme mejor para predicar.”
- “Todo pasa por mí, los líderes no me están ayudando lo suficiente.”
- “Me siento cansado, pero no puedo soltar nada por que entonces todo se viene abajo.”
Si eso resuena contigo, estás bajo un techo organizacional. Y lo bueno es que los techos se pueden romper… si sabes cómo.
El primer paso: abrir los ojos
Muchos pastores esperan una señal del cielo para hacer cambios. Pero Dios ya te está hablando cuando ves que algo no funciona. No necesitas que todo colapse para comenzar a rediseñar.
La clave está en reconocer que lo espiritual y lo organizacional no son enemigos, sino aliados.
Una iglesia puede estar llena del Espíritu… y aún así operar con un modelo organizativo que limita su expansión. Una iglesia puede tener líderes ungidos… pero sin una estructura saludable, el peso los va a aplastar. Una iglesia puede tener visión… pero sin sistemas adecuados, esa visión nunca se ejecutará de forma sostenible. Una iglesia puede ser fuerte en evangelismo…pero sin un sistema de asimilación, ese fruto terminará por perderse.
El segundo paso: diagnosticar con honestidad
“¿Dónde estamos realmente… y por qué no avanzamos?”
Muchos líderes saben que algo no está funcionando, pero no saben qué es. El segundo paso para romper un techo de crecimiento no es cambiar por cambiar, ni copiar lo que otra iglesia hace, ni buscar una «revelación nueva», sino detenerse, mirar con honestidad y diagnosticar.
“Lo que no se diagnostica, no se transforma.”
Aquí es donde muchos pastores fracasan. Porque el diagnóstico requiere humildad, objetividad y voluntad para aceptar que algo ya no está funcionando.
¿Qué implica diagnosticar?
1. Revisar la estructura actual
- ¿Cómo se toman las decisiones?
- ¿Quién hace qué? (Roles definidos)
- ¿Qué está duplicado, y qué está descuidado?
- ¿Hay claridad de roles o todo es confuso?
2. Revisar los sistemas invisibles
- ¿Cómo cuidamos a las personas nuevas y las integramos a la vida de la iglesia?
- ¿Cómo se entrena a un nuevo líder?
- ¿Cómo damos seguimiento a una necesidad pastoral? (Consejería, visita pastoral, necesidad financiera, etc.)
- ¿Cómo sabemos si alguien dejó de venir?
- ¿Cómo damos seguimiento a las decisiones espirituales? (Recibir a Cristo, bautismo, etc.)
Si las respuestas a estas preguntas son: “no sé”, “depende”, “lo vemos en el camino”… entonces tienes un sistema invisible o inexistente.
3. Revisar el liderazgo
- ¿Estás microgestionando? (¡Sin el pastor, no se mueve ni una hoja de un árbol!)
- ¿Tus líderes pueden tomar decisiones sin ti? (¿Tienen autoridad y confías en ellos?)
- ¿Tienes conversaciones estratégicas con tu equipo para dar dirección o solo reacciones a problemas conforme surgen?
- ¿Tu liderazgo forma líderes con criterio, iniciativa y capacidad o solo ejecutores de las instrucciones del pastor?
4. Revisar la cultura de la iglesia
- ¿La gente se siente cuidada, involucrada y alineada?
- ¿Hay claridad en la visión?
- ¿La iglesia es predecible y saludable, o caótica e improvisada?
- ¿Los valores se viven o solo se predican?
Señales de que estás operando en un modelo inferior:
- Tú eres el único que sabe lo que está pasando. (Esto genera confusión y frustración en tu liderazgo.)
- Todo necesita tu aprobación. (Tus líderes se convierten en ejecutores esperando la próxima instrucción)
- No hay reuniones estratégicas, solo urgencias. (La iglesia se vuelve reactiva y no proactiva)
- La gente no sabe qué pasos seguir para involucrarse. (No hay claridad ni un sistema de asimilación)
- Tus líderes son más ejecutores que formadores de nuevos discipulos. (El discipulado no se replica ya que solo el pastor puede formar nuevos discipulos o líderes)
- Tu día está lleno, pero tu iglesia estancada. (Eres el único trabajando, eso agota y te hace descuidar tu otro ministerio: Tu familia)
Diagnosticar es doloroso, pero necesario. Es mirar a la iglesia que tenemos, no a la que soñamos. Es aceptar que si el sistema actual nos trajo hasta aquí, no nos llevará más allá.
“Nadie echa vino nuevo en odres viejos” (Mateo 9:17). Para que Dios derrame más, hay que renovar el recipiente.
El tercer paso — Rediseñar estratégicamente
“¿Qué debe cambiar y cómo lo cambiamos?”
Una vez que ves con claridad, toca actuar. Rediseñar no es hacer borrón y cuenta nueva. Es ajustar lo que ya existe, para que funcione en esta nueva etapa.
¿Qué implica rediseñar?
1. Actualizar la estructura
- Define claramente roles, funciones y responsabilidades.
- Crea un organigrama funcional, aunque sea sencillo.
- Asegúrate de que nadie esté tomando decisiones que no le corresponden, ni cargando lo que no debe.
2. Delegar con confianza
- Crea niveles de liderazgo: coordinadores, supervisores, mentores.
- No solo delegues tareas, delegar responsabilidad permitira que tus líderes se desarrollen.
- Da autoridad real para que otros puedan decidir y liderar.
El liderazgo sano no se mide por cuántas personas te siguen, sino por cuántas personas se levantan gracias a ti.
3. Escribir procesos
- No dependas de la memoria o la buena intención.
- Documenta cómo se hace cada cosa: bienvenida, asimilación y seguimiento, discipulado, eventos, comunicación, cuidado pastoral.
- Así garantizas que lo que funciona pueda replicarse y lo que no, mejorarse.
4. Sistematizar el cuidado
- Establece grupos pequeños con mentores que cuiden a 6–10 personas.
- Crea rutas de conexión claras: llegar, conocer, crecer, servir.
- Usa herramientas digitales o listas impresas, pero registra TODO.
5. Fortalecer el equipo núcleo
- Reúnete cada mes con tus líderes principales.
- Evalúen juntos. Celebren juntos. Corrijan juntos. Coman juntos.
- El liderazgo no se impone, se forma y se comparte.
Pero cuidado…
Rediseñar no es hacer muchos cambios de golpe. Es identificar lo prioritario y comenzar por ahí.
“Los grandes cambios no se hacen en un solo domingo, se construyen con sabiduría, paciencia y enfoque.”
¿Y lo espiritual?
Todo esto no reemplaza el papel de Dios, de la oración, la visión, etc. Pero el mismo Dios que unge, también organiza. La unción sin estructura inspira, pero no permanece. La estructura sin oración funciona, pero no transforma. Ambas deben ir de la mano.
Próximo paso: Las etapas del crecimiento
Ya tienes el marco:
- Reconoce el techo.
- Diagnostica con honestidad.
- Rediseña con sabiduría.
Ahora es momento de identificar en qué etapa exacta estás y qué cambios específicos necesita tu iglesia en esta temporada. En la segunda parte de este artículo, exploraremos cómo identificar en qué etapa estás y qué ajustes necesitas hacer para volver a avanzar.
No todo crecimiento se trata de más oración o más eventos. A veces, el siguiente paso se llama: reestructurar.






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